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el bolso de Pili

Cosas

Llego a casa y me dejo caer encima de los tacones. Después, cierro la puerta, sacudo los tobillos y se quedan tumbados en la esquina del pasillo. Mis tacones infinitos, arquitectura de Alicante, se quedan tumbados y sin respiración. Las plantas de los pies aún me hacen cosquillas cuando los miro. ¿Cuánto tiempo llevan conmigo? Les sonrío. Ellos saben que hemos atravesado, bailando y haciendo eses, el portal algunos fines de semana. También han venido conmigo en las últimas primeras citas y han corrido por la Castellana buscando un taxi. De boda y con vaqueros. Y ahora están en la esquina del pasillo, riéndose de mi mientras les escribo un post.

Esos dos zapatos de ante color camello salen de mis armarios desde hace unos cuantos años. En el mes de septiembre, me esperan, ansiosos, para que los coloque en primera fila, cerca de los jerseys de cuello vuelto, al lado de la falda marrón, que les sienta tan bien y de los abrigos que vienen con ellos y que aún huelen a noche larga de Madrid.

Hoy, los tres, venimos de boda. Y mientras ellos descansan en el suelo frío, yo les escribo un post. A ellos y a esas cosas que me vienen desde lejos y son tan mías como mis caderas anchas, mis ojos bien abiertos y mi boca azul metal.

1 comentario

Mary Lou Cassidy -

Aunque a veces hay quien no entienda que algo como unos zapatos tenga tanta entidad que no sean unos zapatos, sino que sean tus dos zapatos. Besos, pequeña Caroline