Y lo mejor
Y lo mejor fue que me vi bajando escalones, mitad de mármol, mitad de nieve, y yo, con un abrigo nuevo, todo de terciopelo y todo muy negro. Y bajaba, y así bajaba, así caían los escalones, deshechos de nieve, deshechos de escalones, de estructuras y no eran. Y yo, yo me reía.
Y lo mejor, lo mejor fue que todo estaba en silencio. Casi que como mucho, se oían dejarse caer los copos gordos de nieve. Bloques densos, macizos y mates, pero que no eran capaces de hacer más allá que un simple ruido sordo, seco y salado. Y no eran escalones, por lo mismo, que no eran ruido.
Y yo, lo mejor, es que sin querer, y sin tener, sin tener razones, me reía. Y entonces, todo era tan azul, tan hielo y tan yo, que no había diferencias, ni marcas ni no ser. En fin, que era justo lo que debía. Y arrastraba cosas, pero sin querer. Cosas sordas.
Y seguía bajando, hacia el hueco de las escaleras, oscuro y solo. Y mientras más bajaba, más me sentía y me parecía estar subiendo. Y después de todo, lo mejor era pensar en que daba igual subir que bajar. Que total, si iba a ser lo mismo, si iba a ser. Si iba a seguir siendo un ojo marrón oscuro y una sonrisa larga y ancha. Y hoy hay nieve, y lo mejor, es que mañana hay sol. Y por ahora, siempre va a haber sol.
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